Kuala
Lumpur
Es
sábado, y mi primer día libre en Malasia. Mi guía dice que todos los días salen
a la venta 1.400 entradas gratuitas para subir al puente volante que une las
dos torres Petronas y que estás suelen agotarse en torno a las
9:30 de la mañana (el puente de cristal está a menos de 200 metros de altura, y
no se puede llegar más alto, lo cual me frustra un poco). Vivo extremadamente
lejos de las torres así que toca madrugar, a las 7 estoy despierto y duchándome
en mi cubículo preferido, el que se inunda pero al menos no tiene un agujero
del que salen cucarachas (aún no las he visto pero me han dicho que, junto a
las ratas de la cocina y del baño de arriba, son bastante comunes a primera y a
última hora del día).
Después
de desayunar dos puñados de arroz (literales, aquí se come con las manos en
muchos sitios y es algo comúnmente aceptado así que ¿por qué fregar cubiertos o
platos?) salgo a buen paso y consigo llegar a las torres en torno a las 9 de la
mañana. Esta vez no hay pérdida posible, pues los edificios gemelos se ven casi
todo el rato en la lejanía. Su arquitectura resulta fascinante, sobre todo por
el acabado anguloso de las aristas que separan cada piso del siguiente, que le
da un aire futurista que rivaliza con el estilo más clásico de los otros
edificios gigantes que había visto hasta ahora, los rascacielos de Manhattan.
The Petrons! |
Entro
rápido en el colosal vestíbulo temiendo haberme quedado sin entradas después
del madrugón, tan solo para descubrir que hay entradas pero que cuestan 80 riggit cada una (unos 20
euros, claro, hay entradas de sobra). El problema de tener una guía
desactualizada es que estas cosas pasan, y la mía es de 2007. No hay entradas
gratuitas desde 2011 (the crisis, que también llega a Malasia).
Bueno,
80 riggit me parece una barbaridad para no llegar ni a subir 200 metros, por
muy guay que sea estar suspendido en un pasillo de cristal entre dos torres
gemelas. Me siento en el vestíbulo y lo medito durante unos 15 minutos…Al final
decido que no pago y me voy a pasear al parque que hay al píe de las torres,
desde donde echo algunas fotos e intercambio unas palabras con una chica
asiática de nacionalidad indeterminada que también viaja sola. Nos hacemos el
favor de tomar fotos el uno del otro con las torres y seguimos nuestros caminos.
Sé que
hay otro mirador en la torre de televisión que está como a media hora de las
Petrons así que allí me dirijo. Por el camino, el hambre me obliga a parar en
un restaurante donde tomo mi segundo desayuno a un precio irrisorio: calamares
muy picantes con arroz y verduras también muy picantes (ojo, son las 10 de la
mañana, mi estómago estas cosas no me las perdona).
Cuando
llego, compruebo que existe un servicio gratuito de furgonetas que sube hasta
la colina donde se sitúa la torre de televisión, que me recuerda mucho al
clásico Pirulí de Madrid (junto al que vivía). La entrada vale solo 47 riggit y
la altura del mirador es de más de 350 metros, la relación calidad precio es
evidentemente mejor que en las torres gemelas.
Desde
arriba las vistas permiten analizar la interesante mezcla que se produce en
Kuala Lumpur entre rascacielos de corte futurista y zonas absolutamente
devoradas por la jungla (no todas ellas pertenecen a los gigantescos parques,
algunas son simplemente solares donde no se construye y en los que la
naturaleza gana la batalla a las tareas de mantenimiento). Además hay
telescopios gratis, lo cual hace que me quede en el mirador más de una hora
(total, el haberme levantado tan pronto me permite ir todo el día sin ningún
tipo de prisa). Intento ver algo curioso, como un ajuste de cuentas en algún
callejón, gente tomando el sol desnuda en las azoteas, un tigre corriendo por
alguno de los parques… Pero nada, lo más interesante que veo es a un obrero inmóvil,
de píe en el extremo de una viga sobre el vacío a más de 200 metros de altura
en un edificio en construcción, pero enseguida vuelve a la seguridad del suelo
firme, como si me hubiera visto espiar su actividad extraña desde el mirador.
Tras
bajar, intento sin éxito que unas cacatúas enormes que hay en el vestíbulo de
la torre digan algún insulto en español, después, continuo hacía el siguiente
objetivo de la ruta que planifiqué la noche anterior con ayuda de mi mapa,
Chinatown.
Se
trata de un barrio muy animado de casas bajas, muchas construidas durante principios
del siglo XX, en el periodo colonial inglés (que duraría más de un siglo, hasta
1957). Las calles y el ambiente ya hacen que la visita merezca la pena por si
solos, hay un mercado muy animado y lleno de ploductos de imitación muy balatos
(“yes yes, authentic nike, leally good, it´s tlue”, amo a estos vendedores así
que me parto hablando con ellos un rato).
Después
de andar un rato por allí, encuentro un sitio increíble en un callejón muy pequeño
y escondido. Se trata del templo taoísta de Sze Ya, al parecer el más antiguo
de esta religión en Kuala Lumpur, y lo curioso es que está encajonado, casi
aplastado, por dos edificios modernos, normales y hasta feos (aunque la verdad,
nada sorprende después de haber visto el impresionante templo dorado de
Katmandú, al que se accedía por un pórtico que desde fuera podría haber pasado
completamente desapercibido para el viajero poco observador por parecer una
vivienda estándar y carente de todo interés).
Dentro
hay un pequeño patio con un mendigo que me pide dinero a cambio de señalarme,
sin moverse del banco donde reposa, la puerta del templo, que yo evidentemente
veía al estar esta flanqueada de dos enormes tronos dorados e indicada con vistosos
caracteres chinos. Por supuesto, le doy las pocas monedas sueltas que llevo y
entro con su bendición. El interior es magnífico: Pese a ser un edificio
diminuto, hay mucha gente haciendo su vida allí, ya sea fabricando
esculturillas de madera, rezando, tocando campanitas metálicas regularmente o
vendiendo incienso. También hay un gran horno de ladrillo ennegrecido en la
entrada donde se echan ofrendas y grandes cartulinas rojas con mantras colgadas
del techo y las paredes, cosas que no había visto en los templos taoístas de
China; en general, es todo más colorista y sobrecargado que allí. Hay paneles
de madera tallados con un detalle impresionante y tres o cuatro altares
diferentes con ofrendas variadas en forma de comida, flores, huesos de frutas
(?), figuritas de cerámica fina representando a los dioses o barritas de
incienso, entre otras muchas cosas.
Al ser
un lugar muy pequeño y totalmente lleno de objetos y gente, llego a sentir que
estorbo en cierto modo, pero no quiero irme tan pronto. Inclino la cabeza ante
una anciana china que toca campanas y que debe ser la principal sacerdotisa (si
es que se llama así en el taoísmo) y ella me sonríe ligeramente sin decir
palabra, dándome con ese gesto su beneplácito para que esté por allí un rato
más.
Y en
efecto, me quedo encantado durante un rato largo, pues la paz que se respira es
inspiratoria. Por supuesto, dada su (privilegiada) localización escondida, soy
la única persona ajena a la vida del templo que hay allí, aunque por un
momento, siento que pertenezco al lugar de algún modo.
Con
gran pesar, me despido del mendigo y abandono el lugar, prometiéndome que
volveré regularmente por allí.
Templo Sze Ya |
Continuo
paseando por Chinatown y en un momento dado decido desviarme de la calle
principal y colarme por un callejón que me resulta atractivo por estar lleno de
guarrería y de chinos que entran y salen. Allí me encuentro con un espectáculo
que no me esperaba: El callejón es en realidad un complejo de calles cubiertas
y muy estrechas donde hay un mercado enorme de productos frescos chinos. Ojo!
Es probablemente el lugar más asquerosamente duro para los amantes de los
animales en que he estado en mi vida. He colgado un vídeo que grabé allí dentro
(solo 2 minutos) para que podáis haceros una idea de lo que era aquello,
recomiendo que los que se consideren amantes de los animales o vegetarianos
radicales no lo vean, aquí está el link:http://youtu.be/-5bZNWb9dlA
En el vídeo no se ve, pero en otra sección del
mercado, más allá de donde se ve al tipo semidesnudo cortando pescado, había un
puesto de carne con gatos medio moribundos en jaulas pequeñísimas, ogserven la
foto:
Estaba el señor Don Gato, sentadito en su tejado Marrama miau miau miau (8) |
Después de darme un par de vueltas por allí y salir
bastante impactado, sobre todo por el olor, sigo un poco más y me encuentro con
el templo Mahamariamman, hinduista, que posee una puerta de entrada a forma de
amalgama de estatuas de 20 metros de
altura bastante impresionante. Por dentro es muy tranquilo aunque no tiene
demasiado que ver, a parte de la típica iconografía hindú estridente y
recargada.
Templo Mahamariamman |
Continuo hacía el sur de Chinatown mientras empieza
a nublarse. Allí encuentro otros dos templos taoístas, situados en una rotonda en
la que también está el parlamento de asuntos chinos (al suponer un tercio de la
población de Malasia, son una comunidad con bastante poder). Uno de ellos está dedicado
a la diosa Guan Yin de la clemencia de los mares del Sur, pero por desgracia, y
pese a haber un Buda Sakyamumi en el segundo de ellos, ninguno consigue
transmitir las sensaciones de Sze Ya.
Era hora de comer, así que decido buscar un sitio de
comida china auténtica, cuanto más sucio y tradicional mejor (por desgracia, no
escarmenté suficiente en mi viaje a China). No obstante, durante la búsqueda
comienza una tormenta tropical de las moderadas pero perfectamente capaz de
inundar las calles en pocos minutos, así que me veo obligado a parar en el
primer sitio que veo, una carpa de comida india. Pido señalando lo que tiene
mejor aspecto de entre los platos expuestos y como un curry picante con arroz y
pollo bastante decente regado con zumo de piña demasiado espeso y algo grumoso
(pero grumoso sospechoso, no de pulpa).
Después debo esperar al menos media hora hasta que
la lluvia para algo y me permite continuar. Siguiente parada, la plaza Merdeka
(Merdeka = Independencia). Allí se encuentra el que al parecer es el mástil con
bandera más alto del mundo, de 100 metros (al menos era el más alto en 2007,
guías desactualizadas…), de donde se arrió la Union Jack el 31 de Agosto de
1957 para izar la bandera malasia.
Plaza Merdeka |
La plaza resulta muy curiosa porque en realidad no
es una plaza sino un gran campo de cricket de la época colonial. A un lado del
césped están los edificios del club Selangor, sede social de la élite del país
desde principios del siglo XIX, muy coloniales, bajos y de madera. Enfrente
está el edificio del Sultan Abdul Samad, que es
curioso porque mezcla arquitectura mogola (del gran imperio mogol de la India),
arábica y colonial, y destaca por la belleza de sus suaves cúpulas bañadas en
bronce. Al Sur de la plaza están la galería y la biblioteca nacionales y al
Norte, por donde me dirijo, unos arcos conmemorativos que no recuerdo que
conmemoraban y la catedral de la Santa María (construida por los colonos
ingleses en el siglo XIX), que me impresiona bastante por estar totalmente
desierta y porque nunca había visto un santuario cristiano colonial (ver foto si
se quiere apreciar las diferencias con las catedrales metropolitanas europeas).
Catedral de Santa María |
El siguiente destino, y ya último, es Little India,
al Norte de la gran mezquita de Jamek, que desgraciadamente se encuentra
cerrada por reformas. Antes de seguir hacía allí, otro chaparrón más corto me
retiene en el soportal del edificio del Tribunal de Faltas Menores (vaya por
dios…), que llega a inundarse de tal forma que los que nos refugiamos allí
acabamos apiñados en los escalones superiores de la entrada.
Little India me gusta menos que Chinatown, quizá sea
porque no me permiten entrar en la Masjid India (Masjid = Mezquita) por no ser
musulmán, fastidiando así mi propósito de visitar una catedral, una mezquita,
un templo hinduista, uno taoísta y otro budista/taoísta en un mismo día.
También puede ser debido a que a estas alturas ya empiezan a dolerme los píes
de tanto andar (recuerdo que había salido a las 7:30 de la mañana y son ya en
torno a las 17:30).
En la puerta de la mezquita, no obstante, mientras
me quejo de que no me dejan entrar, conozco a un malayo musulmán bastante
divertido que me habla de las normas del Corán, y de como no permiten entrar a los
no musulmanes en los santuarios. Le digo que yo he estado en mezquitas en
España y en otros países europeos y acaba casi pidiéndome perdón por que no me
hayan permitido el acceso. Después me
acompaña un rato y me habla de la cantidad de indios que se han convertido al
Islam a lo largo de la historia, no solo en Malasia sino también en la propia
India y del respeto que existe tanto aquí como allí por ellos y por los demás que
han optado por otras religiones diferentes al hinduismo, como el budismo.
Nos separamos y yo prosigo mi caminar incansable
atravesando otro mercado, este de productos indios, infinitamente más limpio y
con olores mucho más apetecibles (flores, dulces, currys de muchos tipos,
fritanga india, etc) y al mismo tiempo menos fascinante que el de Chinatown: http://www.youtube.com/watch?v=rJ3Rzhfsdgw&feature=youtu.be
Pongo el vídeo para que se vea la diferencia.
Estoy llegando al final de mi recorrido por Kuala
Lumpur y, aunque estoy destrozado, decido andar un poco más para llegar al
Norte de Little India y ver los grandes emporios textiles llenos de trapos
baratos que tienen allí y que seguro habrían atrapado como plantas carnívoras a
mi madre y a más de una amiga mía. También hay una zona de bares con mejor
pinta que el Triángulo Dorado.
Es entonces cuando vuelvo a casa, llego a las 7 pm,
lo que significa que, quitando las paradas a comer, el rato de la tormenta y
ambos trayectos en tren, he andado casi 10 horas en este sábado.
Mi compañero de habitación ha vuelto de su viaje,
aunque no está en la habitación en ese momento, lo sé porque algunas de sus
cosas han cambiado de sitio y porque ha quitado mi funda del portátil del que
debe ser SU armario, comprado por él. Mis esperanzas de que quitara algunas de
sus cosas para hacerme hueco en su interior se desvanecen, no tengo armario.
Es en la cena cuando conozco a una chica malasia muy
maja que me encuentro luego en la terraza fumando a última hora. Es tan maja
que me dice que tiene algo de marihuana escondida y que si quiero fumar con
ella después. Desde luego a mí parece que las drogas me persiguen…porqué al
igual que cuando me fui a Inglaterra, me había propuesto abandonar (o al menos
reducir) todo mal hábito al venir a Malasia y, bueno, lo había conseguido
durante dos días… Pero ¿quién puede decirle que no a una chica guapa que te ofrece un canuto…?
Eh ¿quién? Así que accedo prometiéndome que va a ser la última vez durante al
menos un tiempo, ella dice que lo trajo de Tailandia y que no tiene más ni
piensa comprar nada en Malasia, bien.
Fumamos una L de droja bastante fuerte y vuelvo a la
habitación algo “high”, y es así como he de ver por primera vez a mi compañero
de cuarto, italiano de 33 años, que empieza a preguntarme cosas sobre mí, sobre
como me encuentro allí, y sobre muchas más cosas. La conversación se me hace
eterna, los intentos de no parecer colocado lo empeoran, el tipo además es de
mi departamento, me pregunta incluso por mi formación, aquello parece una
entrevista de trabajo (recordemos las estrictísimas políticas anti drogas y
anti todo de la ONG)… Mal rato chavales. Al final consigo evadirme y voy
al baño a lavarme la cara y a despejarme un poco. Cuando vuelvo
está en calzoncillos, bueno normal, vamos a vivir juntos en un lugar con
temperaturas y humedad extremas, no vamos a ir vestidos todo el día. La cuestión es que el tío es un tanto
amanerado y casi me entra la risa (de hecho tengo grandes, grandísimas dudas
sobre su sexualidad, oye, que por mi perfecto mientras nos respetemos), me
empieza a hablar de nuevo, yo aguantando el tipo, terrible situación.
Sinceramente, no sé qué primera imagen se llevaría de mí. Desde entonces he
estado siendo amabilísimo con él para compensarle en cierto modo.
Aprovecho cuando hay un breve silencio para dar por
terminada la lamentable conversación (lamentable por mi parte ojo, que el tío
es educadísimo), me despido y me doy la vuelta en la cama para que no vea que
aún sigo con los ojos bien abiertos y con la ralladura por si se ha dado cuenta
y le dice a los jefazos que voy fumado por la vida. Tardo bastante rato en
dormirme y así termino un día largo, agotador y estimulante por igual.
Una pregunta Viltor:
ResponderEliminar¿Qué haces to puesto yéndote a la habitación con el requete en vez de quedarte con la pibi?
Marrun dice: Qué envídia das con el viaje
Aquí se lleva la vida célibe, hay mucho control sobre eso (no solo en la ONG sino también en la ciudad, con carteles de prohibido besos o ir de la mano), si para fumarse un cigarro hay que esconderse imáginate... de todas formas en cualquier sitio, por muy rígidos que sean los cabrones, se las puede apañar uno para romper las normas
ResponderEliminarPues ya sabes, nada de coger de la manita al italiano.
ResponderEliminarOtra cosa, sube a las petronas, gástate la viruta que si no, luego te arrepentirás.
Dios el mercado ese derrocha salubridad a caudales vamos... xDDDD
ResponderEliminarme hubiera encantado ver el momento ese de intentar mantener una conversacion con el italiano jajajajaja con los ojos tal que asi -.- intentando hilar palabras xD
El cubo de las tripas que se ve de pasada es una maravilla..
ResponderEliminarVitin! Es agradable saber que allá donde vayas mantienes tu esencia "crapulesca", o vitinesca, por qué no decirlo. Lo bueno es que la impresión que le causaste al italiano fue tan mala que todo lo que venga después siempre irá a mejor... O no, no subestimemos nunca el poder del "crapulismo"... Y sube a las petronas!!!
ResponderEliminarPor cierto, ten mucho cuidado, el comando que he tenido que introducir para demostar que no soy un robot ha sido ETS ETS... y NO ES COÑA.
ResponderEliminarXXD gracias por leer Javatón
ResponderEliminarVitin!!! Ayer entré por primera vez aquí y me encanta todo lo que cuentas (cubo de tripas incluido xD)... por favor, sigue escribiendo más cosas!
ResponderEliminarGracias Laura!
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarVitin igual que otros te dicen que si no subes a las Petronas te arrepentiras, yo te digo come gato o te arrepentiras!
ResponderEliminar...cómprate una bici (o róbala en su defecto)
ResponderEliminarx cierto cuánta chinez, k molón parece todo, y k súper gato hipertrofiado!
Otra que se ha pasado por aquí, mola este blog, mola :) Sigue actualizando y dándonos envidia cochina!
ResponderEliminarPor cierto, ya que estoy, una pregunta: ¿se supone que viajar por esa zona es más o menos seguro para una mujer sola, o es como Sudáfrica, que te dicen todo el tiempo que no vayas sola a ninguna parte, que tengas cuidado con los taxistas que la mitad son violadores, etc. etc.?
ResponderEliminarNo, el Sureste asiático es bastante seguro en este sentido, lo peor que te puede pasar es que te roben y es bastante raro. La gente está bastante reprimida sexualmente así que las violaciones son escasas (bueno el otro día hubo una muy bestia en la India pero son casos aislados). De hecho este finde conocí a una americana backpacke muy tarada que llevaba un año y medio recorriendo el sudeste.
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