viernes, 4 de enero de 2013

Fatídica llegada (1)



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Viajar con una compañía del Golfo es siempre agradable: Comida abundante y deliciosa, cientos de películas a tu disposición, almohadas dignas de un hotel, azafatas que rozan lo empalagoso e incluso calcetines para los que pasan frío en los píes (pensad justo en lo opuesto de Iberia y os haréis una idea). Pero si además tienes la suerte de ir solo en los dos vuelos, tener un tránsito agradable y sin carreras en el aeropuerto de Doha y que tu maleta salga de las primeras en la cinta, se puede decir que viajar durante 16 horas se convierte casi en un placer, y así fue.

Tras 24 horas de viaje (sumándole la diferencia horaria) descendemos sobre una jungla infinita de palmeras y al fin pongo mis píes por primera vez sobre tierra Malaya. Y es justo en ese momento, al quitarme con prisas el forro polar que me protegía del aire acondicionado de Qatar Airways, cuando me doy cuenta de que quizá el calor vaya a ser un problema más grave de lo que en un inicio había pensado. Me veo como un idiota intentando coger la chupa de cuero de mi armario a última hora antes de salir y siendo disuadido por mi bendita madre…Es casi como si te aplastara, la humedad se te pega al cuerpo como si se tratara de las esporas de algún tipo de organismo selvático que necesita de la simbiosis humana. Uff.

Avanzo por los pasillos de un aeropuerto moderno, aunque ciertamente caótico y mal indicado, que te obliga a pasar por múltiples tiendas antes de llegar a la barrera de inmigración y la zona de reclamo de equipaje. Una vez allí, los problemas previstos por la agorera y desagradable empleada del mostrador de Qatar Airways de barajas no se producen (“sin vuelo de vuelta es probable que no puedas entrar”, “te van a hacer pagar” “no me gusta madrugar, estoy amargada”, bla blá bla). Así que oficialmente, estoy en Malasia, y aunque en el visado ponga que solo se me permite la estancia durante 60 días, he venido para quedarme mucho más tiempo.

Las primeras impresiones son de modernidad, de un país con holgada situación económica (junto a Singapur, son conocidos como las joyas del sudeste asiático). Si no mirara por la ventana, para contemplar la sucesión de selvas y ríos escarpados, el tren que me lleva a la estación central de Kuala Lumpur podía estar perfectamente llevándome a la estación Victoria de Londres: Asientos limpios y de buena calidad, iluminación halógena, hombres de negocios, hindúes. Pero el calor sigue presente cuando me bajo del tren y entro en la gran estación, recordándome que me hallo en un país tropical. No obstante, como en todos los países calurosos y ricos, es relativamente fácil coger un resfriado en los interiores, congelados por aires acondicionados desmedidos.

Deambulo por la estación buscando mi camino a Segambut, lugar donde debo ser recogido y que yo, erróneamente, presupongo céntrico. Mientras camino, voy cogiendo cierta idea de la característica diversidad étnica y religiosa de la que habla la guía que he venido leyendo en el avión. Diversidad que ha sido a la vez causa y consecuencia de su florecimiento económico y de su convulsa historia política, salpicada de revueltas y desigualdades (y esta es una conclusión a la que se llega fácilmente si se lee por encima sobre la historia del país). Me cruzo con indios, chinos y malayos por igual, musulmanes, hinduistas, y al fijarme, no  veo ningún grupo mixto. Ya una vez en el tren a Segambut, observo una iglesia cristiana que imita la arquitectura gótica y a la vez se adorna con diversos caracteres chinos y unas calles más allá, una gran mezquita. De camino a la estación central, también he visto un templo hinduista/budista junto a la carretera.

Con lo leído hasta ahora, el lector se preguntará con razón el porqué del título de esta entrada. Bien, los problemas empiezan una vez llegado a Segambut, cuando el número que me han proporcionado para avisar y que alguien me fuera a recoger una vez estuviera en la estación no se encuentra disponible. Llamo varias veces y dejo varios carísimos mensajes en un contestador, diciendo que estoy esperando en la estación.

Pasa media hora y como no puedo presumir de ser una persona paciente empiezo a estudiar las opciones que tengo. Segambut se halla literalmente en mitad de la nada, me he alejado muchísimo del centro en el tren y la estación consta de dos andenes rodeados de bosque semi selvático que se intercala con edificios aislados. Un camino solitario de tierra parece conducir a un paso elevado de carretera así que camino hacía allí. Por suerte, mi madre me escribió un sms por la mañana diciéndome la dirección aproximada del sitio, que había llegado en un email de mi contacto en la ONG a la que vengo a trabajar (yo no había podido leer ese email por estar ya en el avión). Planeo coger un taxi y apañármelas para que me lleve cerca del edificio de la ONG sin timarme demasiado. Pero el camino es largo, el calor arrecia y mi equipaje pesa como un demonio. Además de todas mis pertenencias, llevo encima dinero en metálico para aguantar al menos un par de meses. En definitiva, soy un botín atractivo.

Dos hombres caminan delante de mí, a cada rato se vuelven y me observan, hablan entre ellos y no tienen ni mucho menos pinta de ser de los que te guían amablemente. En un momento dado, los dos se paran, y me esperan. En ese momento la certeza de que me van a intentar robar casi me tranquiliza, al menos no van a pillarme por sorpresa. Ando más despacio, casi parándome, y rezo para que aparezca alguien. Al final veo mi única opción en dos niños de colegio que salen de la maleza y avanzan en mi dirección. Es una idea que ahora se me antoja estúpida pero que en el momento me pareció la mejor opción que tenía para pasar junto a los dos individuos que me esperaban disimulando sin perder nada: Me pego a los niños, camino justo a su lado, casi entre ellos. Pienso que nadie va a intentar nada malo delante de un niño, no lo sé, no tiene sentido, pero funciona. Los dos niños suben por una escalera al paso elevado y yo les sigo, sin perder de vista a los otros dos. Cuando estoy arriba, en la relativa seguridad de una carretera elevada y concurrida, les miro. Ellos me miran, uno dice algo al otro, y se ponen de nuevo en camino hacía una zona más tupida de maleza, siguiendo un canal de desperdicios.

Es probable que su propia indecisión a la hora de actuar contra mí me ayudara más que los niños que cubrieron mi retirada. Supongo que no es normal encontrarse a un blanco andando por ese camino cargado de bártulos, y no hubiera sido algo premeditado si de repente me hubieran parado para pedirme mis cosas de valor, sino más bien un impulso de oportunidad. En cualquier caso, su ocasión de hacerse con un portátil, una cámara de fotos y bastante ropa y euros, se fue al traste.

Una vez arriba, debo parar a un taxi, pero los coches pasan muy rápido ya que no se trata de una calle sino de una carretera. Cuando oigo que alguien me chista, miro enfrente y veo a otros dos tipos de aspecto similar o peor al de los anteriores que me señalan, dicen algo y esperan su ocasión para cruzar entre los coches. Bendita libertad de posesiones que me habría hecho estar tranquilísimo e incluso amable con ellos, pero de nuevo, con todo mi material encima y mi jugoso aspecto de recién llegado no puedo arriesgarme a verme rodeado, y empiezo a pensar que las cosas van a ponerse feas si no aparece un taxi.

Pero aparece, un buen samaritano con un taxi churretoso que conoce la dirección (aunque no el lugar exacto donde está la ONG), no trata de timarme e incluso me proporciona una conversación agradable mientras me aleja aún más del centro de Kuala Lumpur y de los individuos con supuesta mala fe.

Desde el propio taxi veo un letrero en un edificio viejo y sucio, rodeado de tiendas callejeras suburbanas, indico al taxista, es allí: L.E.T.S. (He decidido usar un nombre falso para la ONG ya que poco antes de publicar esta primera entrada, fui informado de las serias políticas que mantienen en torno a voluntarios y la información y opinión que transmiten en blogs y redes sociales)

7 comentarios:

  1. Añadiré fotos en cuanto las tenga

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  2. qué interesante Vitin! seguimos esperando noticias tuyas!

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. uooo! eso sí que es un buen comienzo, aventuril pero sin sangre ni pérdidas materiales (sólo psicológicas, espero)

    XD

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  5. Anda!!! Esta genial!! Mi mas enhorabuena Victor!! Vane

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