domingo, 9 de junio de 2013

Selva, ciénaga y planicie: Regreso a las ruinas de Angkor

El amanecer en Camboya durante el mes de Abril se produce alrededor de las cinco y media de la mañana. Con tranquilidad rutinaria, el sol se eleva entre los pináculos abombados de Angkor Wat como una pequeña pelota de pura energía naranja, y allí estoy yo con mi cámara mediocre, intentando sacar una foto decente.

El problema es que no he sido yo el único que ha tenido la idea de acercarse para ver el amanecer en el gran templo, a mi alrededor hay por lo menos 100 turistas de todas las nacionalidades imaginables, la mayoría con cámaras mejores que la mía. Tardo demasiado en darme cuenta de que lo importante de ver la salida del sol en ese preciso lugar no es conseguir la foto perfecta, sino tan solo observar esa pelota de tenis naranja con la misma lentitud con la que ella realiza su implacable recorrido por el cielo blanquecino de la mañana, y tratar de apreciar la belleza de la escena con los ojos, y no a través de ninguna lente embellecedora.

Pese a todo, ojo a la foto


Cuando los turistas empiezan a volverse molestos y el sol llega a un punto de considerable altura, me pongo en movimiento. He vuelto a venir con Breo, Guille y Maikel, pues la verdad es que hemos conectado muy bien como grupo  y consecuentemente, hemos decidido viajar juntos durante el resto de nuestra estancia en Siem Reap. Yo encantado.

Esta vez hemos venido en tuk tuk, pues la ruta de hoy, pese a abarcar menos templos, más pequeños y menos importantes, cubre una distancia considerablemente mayor que la realizada el día anterior y resulta demasiado ambiciosa para considerar las bicicletas (una vez terminado el día, pienso que habría sido factible).

Tras atravesar de nuevo las murallas de Angkor Thom, dejamos atrás el templo Bayon y la gran explanada central con las terrazas reales. Al Norte, más allá del centro de la ciudad, nos encontramos con un templo llamado Preah Khan.

Es un complejo gigantesco y laberíntico, muy similar a Ta Phrom, también de una planta, pero menos sumergido en la selva e infinitamente más vacío. El templo ofrece mucho más de lo que se ve a primera vista si se está dispuesto a salirse del recorrido marcado. Eso hago, frente a la mirada pasiva de un guardia medio dormido, y accedo a la parte cerrada al público del templo. Allí me encuentro a dos niños camboyanos que intentan cazar a las golondrinas que han construido sus nidos en el interior de las cúpulas de piedra semi-derruidas con unos tirachinas.

Caza con tirachinas

Ascendiendo por las rocas de Preah Khan, alcanzo uno de los lugares más espectaculares de todos en los que me planté durante mi visita a Angkor, y hubo muchos. Tras trepar por un derrumbe hasta un agujero en el techo de una de las galerías, salgo y me siento sobre las ardientes piedras del exterior. Preah Khan se alza esparcido por mis alrededores, con sus pináculos y sus columnas machacadas surgiendo de entre la selva como fantasmas silenciosos. Breo me sigue al rato y allí arriba nos sentamos y disfrutamos del silencio circundante mientras hablamos sobre el imperio Khmer y descansamos las piernas sobre sus ruinosos vestigios.

Sobrecogedor panorama en Preah Khan

A la salida de este magnífico complejo sagrado, un pequeño embarcadero se abre a un río tapizado de árboles flotantes que se extiende hasta donde alcanza la vista, rematando la belleza de Preah Khan, un templo que nunca debería ser ignorado por los visitantes de Angkor (pese a que esto sea precisamente una de las claves de su atractivo).

Barcas a la salida de Preah Khan

Nuestra ruta nos lleva después hasta Prasat Krol Ko, un templo mucho más modesto situado en una zona muy pantanosa de Angkor. Para acceder hasta él, es necesario cruzar unas pasarelas hasta una isla artificial construida hace más de 800 años, una prueba más del verdadero esplendor que se llegó a alcanzar en Camboya. El templo consta de poco más que de una gran piscina rodeada de las construcciones rectangulares acabadas en pirámide escalonada muy características de Angkor, parecidas a las de Bayon pero de menor tamaño, que albergan altares varios.

Después paramos en Ta Som, otro templo de la zona norte de Angkor, este con poco que ver, pero sorprendentemente lleno de niñas vendedoras muy divertidas y dicharacheras (aunque siempre abusando un poco del factor lástima como arma para vender) que se lanzan en tropel cuando nos ven atravesar la gran puerta. Un espléndido árbol bayan crece sobre las caras de Avalokiteshvara, también presentes aquí, casi bloqueando la entrada. En la vorágine de pequeñas vendedoras que se crea a nuestro alrededor, una de las niñas me reta a una partida de tres en raya en la arena y me gana humillantemente, como queda registrado en este vídeo:

Entrada de Ta Som

Tras Ta Som, volvemos a ponernos en marcha, de nuevo hacia el sur, bordeando todo el perímetro. El paisaje se vuelve extremadamente árido y las planicies blanquecinas llenas de búfalos camboyanos (escuálidos y con enormes cuernos) vuelven a aparecer en contraste con las verdes ciénagas que acabamos de dejar atrás. Este cambio de paisaje no hace más que poner en evidencia, de nuevo, la gran envergadura de la antigua capital khmer, con selvas profundas en el oeste, pantanos en el norte, y planicies desérticas en el este.

East Mebon
Paramos brevemente en el East Mebon y en Pre Rup, dos nuevos templos piramidales parecidos entre sí y absolutamente abrasados por el sol del mediodía. El Mebon del este tiene unas estatuas de elefantes en cada una de las esquinas de las diferentes terrazas que me parecen bastante cool, ambos gozan además de vistas respetables de las llanuras cercanas.

Estamos a punto de abandonar Angkor, el recorrido está terminado, si bien Maikel se empeña en volver a Ta Phrom a buscar la famosa cara de la estatua que sale de una raíz. Esto es una especie de reto que se pone a los visitantes de Ta Phrom, ya que es bastante difícil de encontrar (al igual que el supuesto relieve de un dinosaurio, también en el mismo templo, para el que, sinceramente, no encuentro explicación).  En nuestra primera visita a Ta Phrom no fuimos capaces.

La estatua representa a un dios hindú, uno de los más de 700 que existen en su mitología, pero lo importante es que toda ella, a excepción de la cara que asoma casi burlona, ha sido cubierta por una gran raíz de árbol bayan. Esto es considerado algo milagroso por los fieles del templo y por muchos de los turistas que se paran a fotografiar la tranquilidad de la cara del dios cuyo cuerpo está siendo devorado. Cuando lo encontramos, tras preguntar a uno de los guías, le reconozco a Maikel que ha merecido la pena volver para buscarlo.
Un dinosaurr! Expliquen esto!

Dios echando un ojo
Una vez de vuelta en Siem Reap, cenamos en el mismo restaurante, donde la falta de entendimiento con las camareras y la dueña, muy vieja, que no saben ni una palabra de inglés, crea situaciones divertidas.

Esa noche decidimos salir un poco y ver el ambiente que hay por Siem Reap, ciudad bastante turística y bastante fea en general.

El ambiente fiestero nocturno se desarrolla básicamente en una calle que tiene tres o cuatro bares discoteca bastante grandes (una de las cuales llamada Angkor What?). Cuando empieza la noche me encuentro animado pese a tener el cuerpo molido y pese a no haber remitido el dolor intenso que tengo en la piel (ya no solo por la irritación, que sigue ahí y cada vez peor, sino por estar abrasado por el sol). Me tomo un par de cervezas en un bar más tranquilo donde puedo conversar con Breo, Guille y Maikel sobre todo un poco. Después no obstante, voy perdiendo fuelle.

El cambio a las discotecas me levanta un poco el ánimo, pero es una sensación momentánea, pues el ambiente es ciertamente decadente. Se dan encuentro allí una gente variopinta entre la cual destacan los guiris “cangrejo” y una música horripilante que podrían verse, con ligerísimas variaciones, en cualquier zona turística de la costa Este española. En la calle se ha organizado una competición en la que dos equipos tiran de una misma cuerda y cuando uno de los dos suelta, todo el mundo grita mucho, poco más hay que decir para que el lector se imagine la escena.

Breo y Guille se van al rato, y Maikel desaparece con una señorita camboyana, así que me quedó solo, fumando y observando el percal. No hay mucho que sacar de allí, no estoy interesado en el 90% de chicas europeas jovencísimas y etílicas que hay en la pista de baile, y las camboyanas han hecho mutis por el foro a una hora tempranera. Cuando llega un filipino conocido del hostal con sus amigos, y tras saludarle, solo obtengo balbuceos etílicos como respuesta, decido retirarme del campo de batalla. No he bebido lo suficiente como para lidiar con este ambiente.

Fuera en la calle hay gente bailando. Allí sí hay camboyanos, la mayoría hombres y muy desatados por el alcohol. Bailan con las chicas y los chicos occidentales de forma frenética al ritmo de la música de las discotecas que inunda toda la calle.  

Cuando inicio el regreso, el resto de Siem Reap está completamente desierto y oscuro. Unos mafiosillos camboyanos pasados de rosca se dirigen a mí justo antes de abandonar la zona iluminada de las discotecas y me piden tabaco con muy malas formas. Uno de ellos me señala a tres tíos que me miran desde el otro lado de la calle y me dice ¡Mafia, mafia! Tras esto se señala a sí mismo y a su amigo, también mafia. En ese momento no sé qué pensar porque los tres de enfrente están muy mal encarados y no me quitan ojo. Les doy el tabaco y por un momento pienso que voy a tener problemas para andar hasta el hostal, que está a unos 15 oscuros minutos, conservando todas mis pertenencias materiales. Aunque al fin y al cabo, tras una mirada más exhaustiva a esta “mafia”, me acaban pareciendo más bien conductores de tuk tuk cabreados por el ruido, así que me voy a casa tranquilo.


Durante el camino, me pregunto por qué ya no soy capaz de disfrutar de estas discotecas, de estas fiestas si no voy con un considerable nivel de alcohol en sangre. ¿Me estoy haciendo viejo? ¿O es que acaso nunca llegue a disfrutarlas? Preguntas fútiles que se pierden en el sueño…

1 comentario:

  1. Que pasada, no te estas haciendo viejo, se te ve un chavalin aun, jajaja

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