Por fin
me hallo en mi destino, pago al buen samaritano y descargo mi equipaje de 22
kilos (¿pero qué demonios traigo?). Intentado liberarme de prejuicios, asciendo
por unas escaleras roñosas hasta un piso en el que pone classrooms escrito en
la pared. La planta está vacía, no hay recepción, ni alumnos, solo algunas
sillas amontonadas en un rincón. Esto es LETS.
Llegados
a este punto, y dado que no se ha comentado antes, creo que es necesario saber
que yo vengo a Malasia a trabajar como voluntario para el departamento de
comunicación de esta ONG, LETS, dedicada a la educación de la juventud sin
recursos tanto de Malasia, como de países vecinos entre los que se encuentran Camboya,
Indonesia o Timor Leste. Que todo el “research” que he llevado a cabo sobre el
sitio al que venía no ha dado más que resultados positivos, imágenes de niños y
voluntarios muy felices y testimonios maravillosos, nada turbio, nada cutre,
sino un buen proyecto de cooperación con el que me interesaba implicarme y que
me daba la oportunidad de venir al sudeste asiático, lugar de gran atractivo
para mí.
Prosigo
pues. El primer representante de la organización que veo aparece por fin
subiendo las escaleras y me encuentra allí parado, algo confuso. Es un tipo
alto con pinta de yankee, y un chulo. Le comento que nadie ha ido a buscarme
como quedamos, que el teléfono que me dieron estaba apagado y el tipo se limita
a encogerse de hombros con un indiferente “sorry for that mate” que me irrita
bastante. Tras esto me dice que deje la maleta y vaya al otro edificio de LETS,
al final de la calle. En la salida me encuentro a otras dos voluntarias, o lo
que demonios sean, les cuento lo que ha pasado y al menos se disculpan con algo
más de autenticidad, pero sigue sin parecer que nadie esperase mi llegada.
El otro
edifico es aún más sucio, aunque eso a mi me de igual, en la primera planta hay
una oficina amplia y allí por lo menos hay más gente y parecen que saben quien
soy. Esperan a un tal Víctor que viene de ¿Inglaterra? No, no, perdón de
España. ¡Bienvenido a LETS! Wow que emoción, el calor en la oficina es inhumano
(en la calle sencillamente no se puede estar con ropa oscura).
La
chica que me hizo la entrevista por skype y que ha sido extremadamente amable
en los muchísimos emails que nos hemos escrito para preparar mi llegada y
estancia está al fondo. La veo y ella me ve a mí pero no hace ademán ni de
saludar desde lejos y continúa hablando con un chico (luego me enteraré de que
ese chico de aspecto extraño es su marido, pese a que estoy seguro de que ambos
tienen menos de 22 años).
Me
mandan con una india musulmana a mi habitación, ella me da las llaves, al
parecer voy a compartir los escasos 10 metros cuadrados con un tal italiano que
está ahora mismo de vacaciones. Bueno, al menos no es Inglés… En la habitación
no hay muebles, solo dos camas y un armario de tela diminuto que está atestado
con las cosas del susodicho italiano. Ni un triste cajón. Bueno no me importa, hay
que ver el lado positivo, es acogedora. Pero tampoco hay cortinas ni persianas,
y la luz entra a raudales por el ventanal junto con el calor infernal del sol,
bueno, es luminosa, guay.
Voy a
ver el baño, y qué baño… compruebo que ninguna de las cisternas de los váteres
funciona, y comprendo entonces por qué hay cubos y por qué está todo
absolutamente lleno de agua, desde la taza hasta el suelo de dentro y de fuera
del cubículo con el retrete. Me propongo comer poco. Sigo adelante, todo parece
en obras y está lleno de ropa sucia y zapatos tirados por el suelo. La ducha es
para darla de comer a parte. Me he duchado en lugares absolutamente inmundos,
con mosquitos que no tenían ni la cortesía de picarte por la espalda o esperar
a que estuvieras distraído, pero creo que puedo decir que esta se lleva la
palma. No hay apenas luz, las cortinas están más tiradas en el suelo que
colgadas, en uno de los receptáculos no hay ni siquiera un desagüe con lo que
aquello se parece más a un pantano que a un baño. Hay mucha, pero mucha,
porquería en las paredes y el suelo. Pero bueno, al menos el agua sale bien
fría y puedo desprenderme un poco del calor que se adhiere a mí como una lapa
con mala uva, de las que no salen ni con cuchillo. En cualquier caso, recuerdo
haber estado más cómodo en el baño de algún festival, con eso creo que lo digo
todo.
Bajo a
comer y me cruzó con varias personas, la mayoría malayos que no parecen saber
una palabra de inglés, contestan al saludo con la cabeza, si contestan. Me
encuentro también a un inglés bastante majete que me da tres claves diferentes
para el wi-fi ya que no recuerda cual es la correcta (más tarde compruebo que
ninguna de las 3 funciona, pero hasta ahora es la persona más amigable que he
encontrado).
La
comida consiste en alitas de pollo que parecen hechas de piedra caliza, repollo
picante y arroz sin sabor, del que se usa para el curry pero sin curry.
Infamia! La Lonely Planet había hecho que se me hiciera la boca agua en el
avión con su capítulo sobre la comida malaya, de las mejores y más variadas del
sudeste asiático. No debí quejarme (aunque solo fuera mentalmente), pues la
cena resultará aún más carcelaria: el arroz y el repollo picante continúan en
sus bandejas, pero el pollo ha sido sustituido por huevos duros picantes.
Mientras
degusto estos manjares conozco a algunos de los otros integrantes de la ONG,
entre ellos el jefe, un indio viejo con muy mal aspecto al que todos llaman
“big teacher” y que apenas deja de comer pollo con las manos para saludarme con
mucha brevedad. En la misma mesa hay otro inglés, este se parece a Jhon
Malkovich, pero no en uno de sus papeles de buen rollo sino en uno de demente,
un Cyrus el Virus vamos. Me dice que lleva 10 años trabajando para LETS, y me
pregunta con mucha intención que qué quiero conseguir estando allí. Le respondo
que una nueva experiencia, que eso es lo que busco en la vida. A él parece
gustarle la respuesta, aunque me dice que no todos los que vienen entienden el
mensaje, que allí se forma a la juventud no en materias sino en la vida, que
todos debemos darnos cuenta del potencial que llevamos dentro y aprender a
explotarlo para ser grandes lideres, que eso es en lo que él cree y lo que el
“big teacher” enseña: ellos no enseña a aprender, enseñan a vivir. Mal rollito.
Sobre todo porque el tío todo esto lo dice con un hilillo de voz y medio
cabizbajo. Me doy cuenta mientras me habla que en el cartel de LETS principal
del comedor (que es a la vez la oficina) debajo de las siglas pone “love &
unity”. Jamás había visto esa consigna en nada de lo que consulté por internet
y todo empieza a tener un tufillo a secta que me inquieta y me encanta a partes
iguales. Después de todo, no vine buscando ni comodidades, ni dinero rápido, ni
un lugar idílico, sino una experiencia diferente.
Tras la
conversación con el falso Malkovich la chica de la entrevista, Kirsten, me
saluda por fin y me presenta a su marido, ambos andan juntos por la oficina,
siempre uno detrás de otro, realmente siniestro.
Me han
dicho que empiezo a trabajar mañana así que durante la tarde dormito al sol deshaciéndome
en sudor en el camastro que me han proporcionado, consigo pegar ojo porque
llevo más de 24 horas sin dormir.
Después
de mal cenar, y tras un capítulo grotesco en el que me vuelvo loco buscando mi
cartera y pienso que me han robado en mi propia habitación (momento en el que
me planteo seriamente irme a un hostal) para luego encontrarla en el sitio
donde he cenado, salgo a dar un paseo. La calle está animada pese a que son las
11 de la noche, y encuentro tabaco de liar, que olvidé en España. Bajo una
ligera llovizna, atravieso varios callejones y una plaza donde hay muchos
chinos comiendo y bebiendo bajo toldos. Es una zona bastante suburbial, de
hecho, enseguida llego a una calle que termina abruptamente en una colina llena
de arboles; son las inmediaciones de la jungla que rodea la ciudad, y a lo
lejos, oigo gritos de monos salvajes (lo cual he de reconocer que me encanta).
Busco un lugar adecuado para fumar el único cigarrillo del día, y por fin
encuentro un cruce que pese a no tener ni siquiera edificios cerca, goza de una
vista decente del skyline de Kuala Lumpur, con las torres Petronas en la
lejanía.
Allí,
apoyado en un quitamiedos, fumo y reflexiono sobre el día. Pienso que quizá, y
pese a todo, haber venido a trabajar a LETS no esté tan mal. Después de todo,
estoy en Malasia, rodeado de jungla, y veo las Petronas a lo lejos... Así que
sonrío y me vuelvo a casa a dormir.
ganas de ir a Malasia aumentando...
ResponderEliminarEse cigarro que saca sonrisas...Pinta muy bien Malasia,yo me voy con la sole pa ya!
ResponderEliminarAGUSTIN