El
amanecer en Camboya durante el mes de Abril se produce alrededor de las cinco y
media de la mañana. Con tranquilidad rutinaria, el sol se eleva entre los
pináculos abombados de Angkor Wat como una pequeña pelota de pura energía
naranja, y allí estoy yo con mi cámara mediocre, intentando sacar una foto
decente.
El
problema es que no he sido yo el único que ha tenido la idea de acercarse para
ver el amanecer en el gran templo, a mi alrededor hay por lo menos 100 turistas
de todas las nacionalidades imaginables, la mayoría con cámaras mejores que la
mía. Tardo demasiado en darme cuenta de que lo importante de ver la salida del
sol en ese preciso lugar no es conseguir la foto perfecta, sino tan solo
observar esa pelota de tenis naranja con la misma lentitud con la que ella
realiza su implacable recorrido por el cielo blanquecino de la mañana, y tratar
de apreciar la belleza de la escena con los ojos, y no a través de ninguna
lente embellecedora.
Pese a todo, ojo a la foto |
Cuando
los turistas empiezan a volverse molestos y el sol llega a un punto de
considerable altura, me pongo en movimiento. He vuelto a venir con Breo, Guille
y Maikel, pues la verdad es que hemos conectado muy bien como grupo y consecuentemente, hemos decidido viajar
juntos durante el resto de nuestra estancia en Siem Reap. Yo encantado.
Esta
vez hemos venido en tuk tuk, pues la ruta de hoy, pese a abarcar menos templos,
más pequeños y menos importantes, cubre una distancia considerablemente mayor
que la realizada el día anterior y resulta demasiado ambiciosa para considerar
las bicicletas (una vez terminado el día, pienso que habría sido factible).
Tras
atravesar de nuevo las murallas de Angkor Thom, dejamos atrás el templo Bayon y
la gran explanada central con las terrazas reales. Al Norte, más allá del
centro de la ciudad, nos encontramos con un templo llamado Preah Khan.
Es un
complejo gigantesco y laberíntico, muy similar a Ta Phrom, también de una
planta, pero menos sumergido en la selva e infinitamente más vacío. El templo ofrece
mucho más de lo que se ve a primera vista si se está dispuesto a salirse del
recorrido marcado. Eso hago, frente a la mirada pasiva de un guardia medio
dormido, y accedo a la parte cerrada al público del templo. Allí me encuentro a
dos niños camboyanos que intentan cazar a las golondrinas que han construido
sus nidos en el interior de las cúpulas de piedra semi-derruidas con unos tirachinas.
Caza con tirachinas |
Ascendiendo
por las rocas de Preah Khan, alcanzo uno de los lugares más espectaculares de
todos en los que me planté durante mi visita a Angkor, y hubo muchos. Tras
trepar por un derrumbe hasta un agujero en el techo de una de las galerías,
salgo y me siento sobre las ardientes piedras del exterior. Preah Khan se alza
esparcido por mis alrededores, con sus pináculos y sus columnas machacadas
surgiendo de entre la selva como fantasmas silenciosos. Breo me sigue al rato y
allí arriba nos sentamos y disfrutamos del silencio circundante mientras
hablamos sobre el imperio Khmer y descansamos las piernas sobre sus ruinosos vestigios.
Sobrecogedor panorama en Preah Khan |
A la
salida de este magnífico complejo sagrado, un pequeño embarcadero se abre a un
río tapizado de árboles flotantes que se extiende hasta donde alcanza la vista,
rematando la belleza de Preah Khan, un templo que nunca debería ser ignorado
por los visitantes de Angkor (pese a que esto sea precisamente una de las
claves de su atractivo).
Barcas a la salida de Preah Khan |
Nuestra
ruta nos lleva después hasta Prasat Krol Ko, un templo mucho más modesto
situado en una zona muy pantanosa de Angkor. Para acceder hasta él, es
necesario cruzar unas pasarelas hasta una isla artificial construida hace más
de 800 años, una prueba más del verdadero esplendor que se llegó a alcanzar en
Camboya. El templo consta de poco más que de una gran piscina rodeada de las
construcciones rectangulares acabadas en pirámide escalonada muy
características de Angkor, parecidas a las de Bayon pero de menor tamaño, que
albergan altares varios.
Después
paramos en Ta Som, otro templo de la zona norte de Angkor, este con poco que
ver, pero sorprendentemente lleno de niñas vendedoras muy divertidas y
dicharacheras (aunque siempre abusando un poco del factor lástima como arma
para vender) que se lanzan en tropel cuando nos ven atravesar la gran puerta.
Un espléndido árbol bayan crece sobre las caras de Avalokiteshvara, también
presentes aquí, casi bloqueando la entrada. En la vorágine de pequeñas
vendedoras que se crea a nuestro alrededor, una de las niñas me reta a una
partida de tres en raya en la arena y me gana humillantemente, como queda
registrado en este vídeo:
Entrada de Ta Som |
Tras Ta
Som, volvemos a ponernos en marcha, de nuevo hacia el sur, bordeando todo el
perímetro. El paisaje se vuelve extremadamente árido y las planicies
blanquecinas llenas de búfalos camboyanos (escuálidos y con enormes cuernos)
vuelven a aparecer en contraste con las verdes ciénagas que acabamos de dejar
atrás. Este cambio de paisaje no hace más que poner en evidencia, de nuevo, la
gran envergadura de la antigua capital khmer, con selvas profundas en el oeste,
pantanos en el norte, y planicies desérticas en el este.
East Mebon |
Paramos
brevemente en el East Mebon y en Pre Rup, dos nuevos templos piramidales
parecidos entre sí y absolutamente abrasados por el sol del mediodía. El Mebon
del este tiene unas estatuas de elefantes en cada una de las esquinas de las
diferentes terrazas que me parecen bastante cool, ambos gozan además de vistas
respetables de las llanuras cercanas.
Estamos
a punto de abandonar Angkor, el recorrido está terminado, si bien Maikel se
empeña en volver a Ta Phrom a buscar la famosa cara de la estatua que sale de
una raíz. Esto es una especie de reto que se pone a los visitantes de Ta Phrom,
ya que es bastante difícil de encontrar (al igual que el supuesto relieve de un
dinosaurio, también en el mismo templo, para el que, sinceramente, no encuentro
explicación). En nuestra primera visita
a Ta Phrom no fuimos capaces.
La
estatua representa a un dios hindú, uno de los más de 700 que existen en su
mitología, pero lo importante es que toda ella, a excepción de la cara que
asoma casi burlona, ha sido cubierta por una gran raíz de árbol bayan. Esto es
considerado algo milagroso por los fieles del templo y por muchos de los
turistas que se paran a fotografiar la tranquilidad de la cara del dios cuyo cuerpo
está siendo devorado. Cuando lo encontramos, tras preguntar a uno de los guías,
le reconozco a Maikel que ha merecido la pena volver para buscarlo.
Un dinosaurr! Expliquen esto! |
Dios echando un ojo |
Una vez
de vuelta en Siem Reap, cenamos en el mismo restaurante, donde la falta de
entendimiento con las camareras y la dueña, muy vieja, que no saben ni una
palabra de inglés, crea situaciones divertidas.
Esa
noche decidimos salir un poco y ver el ambiente que hay por Siem Reap, ciudad
bastante turística y bastante fea en general.
El
ambiente fiestero nocturno se desarrolla básicamente en una calle que tiene
tres o cuatro bares discoteca bastante grandes (una de las cuales llamada Angkor What?). Cuando empieza la noche
me encuentro animado pese a tener el cuerpo molido y pese a no haber remitido
el dolor intenso que tengo en la piel (ya no solo por la irritación, que sigue
ahí y cada vez peor, sino por estar abrasado por el sol). Me tomo un par de
cervezas en un bar más tranquilo donde puedo conversar con Breo, Guille y
Maikel sobre todo un poco. Después no obstante, voy perdiendo fuelle.
El
cambio a las discotecas me levanta un poco el ánimo, pero es una sensación
momentánea, pues el ambiente es ciertamente decadente. Se dan encuentro allí una
gente variopinta entre la cual destacan los guiris “cangrejo” y una música
horripilante que podrían verse, con ligerísimas variaciones, en cualquier zona
turística de la costa Este española. En la calle se ha organizado una
competición en la que dos equipos tiran de una misma cuerda y cuando uno de los
dos suelta, todo el mundo grita mucho, poco más hay que decir para que el
lector se imagine la escena.
Breo y
Guille se van al rato, y Maikel desaparece con una señorita camboyana, así que
me quedó solo, fumando y observando el percal. No hay mucho que sacar de allí,
no estoy interesado en el 90% de chicas europeas jovencísimas y etílicas que
hay en la pista de baile, y las camboyanas han hecho mutis por el foro a una
hora tempranera. Cuando llega un filipino conocido del hostal con sus amigos, y
tras saludarle, solo obtengo balbuceos etílicos como respuesta, decido
retirarme del campo de batalla. No he bebido lo suficiente como para lidiar con
este ambiente.
Fuera
en la calle hay gente bailando. Allí sí hay camboyanos, la mayoría hombres y muy
desatados por el alcohol. Bailan con las chicas y los chicos occidentales de
forma frenética al ritmo de la música de las discotecas que inunda toda la
calle.
Cuando
inicio el regreso, el resto de Siem Reap está completamente desierto y oscuro.
Unos mafiosillos camboyanos pasados de rosca se dirigen a mí justo antes de
abandonar la zona iluminada de las discotecas y me piden tabaco con muy malas
formas. Uno de ellos me señala a tres tíos que me miran desde el otro lado de
la calle y me dice ¡Mafia, mafia! Tras esto se señala a sí mismo y a su amigo,
también mafia. En ese momento no sé qué pensar porque los tres de enfrente
están muy mal encarados y no me quitan ojo. Les doy el tabaco y por un momento pienso
que voy a tener problemas para andar hasta el hostal, que está a unos 15 oscuros
minutos, conservando todas mis pertenencias materiales. Aunque al fin y al
cabo, tras una mirada más exhaustiva a esta “mafia”, me acaban pareciendo más
bien conductores de tuk tuk cabreados por el ruido, así que me voy a casa
tranquilo.
Durante
el camino, me pregunto por qué ya no soy capaz de disfrutar de estas
discotecas, de estas fiestas si no voy con un considerable nivel de alcohol en
sangre. ¿Me estoy haciendo viejo? ¿O es que acaso nunca llegue a disfrutarlas?
Preguntas fútiles que se pierden en el sueño…
Que pasada, no te estas haciendo viejo, se te ve un chavalin aun, jajaja
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